Once upon a time, hoy, érase una vez
Hi again, it’s been a long time.
Os vengo a contar una historia, completamente basada en la ficción.
Érase una vez, dos capullots. Para quien no sepa que son los capullots, yo tampoco. Así que libertad a la imaginación. Yo los imagino como capullos, frágiles, desarrollándose cada uno por su lado, pero cerca, el uno del otro, acompañándose en el proceso de eclosionar y quién sabe si en el de volar también.
Sigo. Estos capullots se querían mucho, tanto que el amor del uno al otro desbordaba sin control, como cuando has llenado mucho la taza de café (para mí, matcha) y metes la cuchara para remover. Jóvenes e inocentes, fueron felices, reían mucho, mucho, y también lloraban. Lo que no sabían es que eso era parte del juego y empezaron a pensar que algo no iba bien. De tanto pensarlo, algo no fue bien. Lo que sentían el uno hacia el otro ya no sentaba tan bien, se herían una y otra vez, ya no buscaban lo mismo. Se complicaban echando la culpa a lo externo sin darse cuenta de que los únicos culpables eran ellos, porque, en realidad, todo es más sencillo de lo que creemos.
Aunque poco a poco se iban deshaciendo de sus envoltorios, mirando hacia direcciones distintas, parte de ellos siempre se quedaba, aunque ya ningún elemento físico les atara a la branca de la que colgaban. ¿Me quedo o me voy? ¿Es realmente necesario despegarme para encontrar mi camino? ¿Me quiero ir? ¿Me arrepentiré de no hacerlo? ¿Me lo encontraré otra vez? Mil preguntas sin respuesta separaban cada vez más a estos dos capullots que seguían de alguna forma que no se explicaban, colgando el uno al lado del otro.
Hasta que llovió. Y mucho. Cayeron rayos y truenos. Cada uno de ellos agrietaba la branca, más y más, hasta que se rompió. Uno de los capullots cayó al suelo, mientras que, mirando hacia arriba, vio al que había sido, y era, su compañero, volar muy alto y soltar por fin lo que tanto esperaba soltar. Pero solo se liberó él.
Pasaron los días y el que había quedado en el suelo empezó a caminar atravesando un bosque, que daba un poco de miedo, la verdad (vaya giro ha pegado la historia). Asustado, seguía caminando, a veces triste, a veces pensativo, a veces contaba con la compañía de sus amiguitos del bosque (esto ya está pareciendo un cuento de bebés). Retomo. Estaba enfadado, la ira le inundaba, se sentía abandonado, un sentimiento familiar para él. ¿Saldré en algún momento de este maldito bosque?, se preguntaba. Pero siguió caminando y, a cada paso que daba, se fue sintiendo mejor. Y al fin consiguió salir del bosque.
Y, adivinad a quién se encontró. Sí, habéis pensado bien. A él.
Se sentaron y estuvieron juntos toda la tarde. Hablaron, rieron, estuvieron en silencio. ¿Qué estará pasando por su cabeza?, pensaba. Pero reunió toda la valentía que tenía, gran parte venía de atravesar ese bosque, que repito, daba mucho miedo, y escuchó lo que el otro le tenía que decir. Algunas cosas habían cambiado, maneras de pensar, actuar. No lo reconoció del todo. Mejor para mí, pensó.
Y así, un capullot siendo sincero, lo que tenía en su mente cada vez más claro, y el otro, liberándole de su ira, se dejaron ir mutuamente, esta vez de verdad.
¿Dolió? Mucho. ¿Fue necesario? Yo ya no sé lo que es necesario. Pero si el capullot es feliz, lo es.
Y así se cerró lo que había sido una de las experiencias más bonita, dolorosa pero bonita de la vida de uno de los capullots. Porque, un verano sin mosquitos no existe, un invierno sin frío tampoco, ni un pan sin tomate. Todo contiene los dos lados, y si estoy dispuesta a comerme un plato entero de pà amb tomàquet, lo estoy también a amar con todo, aunque duela un poquito. Eso lo veremos en el siguiente capítulo del capullot, que por supuesto ha aprendido que el amor todo lo cura, vale la pena y es necesario. Porque si no es para amar, ¿para qué estamos aquí?
See you soon, espero que más seguido.
PD: una especial mención a los mosquitos que me han comido las piernas mientras “corría” y me paraba para escribir una historia, que, repito, ha salido completamente de mi imaginación.
Have a nice week,
Caro.